¿Cuán decepcionado puede estar un ser humano para tirarse dentro del camión de basura? ¿Considerarse así un desecho orgánico? ¿Es posible que las diferentes rutas del destino lo lleven a ese desenlace?
Pues para nuestro personaje, precisamente es allí donde empieza su nueva vida.
¿Y puede haber vida en un basurero municipal? ¿Se puede encontrar un nuevo camino donde precisamente termina todo lo que no sirve?
Pues sí. Mondolfo Moya Garro se transforma allí en Mongoñombo e inicia una rutina que lo llena más que el de su vida externa.
Un libro corto en páginas pero profundo en sentimientos. El autor logra en su narrativa que el lector vea con otros ojos a los buzos de la basura, a la gente que vive de ella, y que incluso vive en ella.
Son también personas. Son gente digna de respirar un aire puro. Al elevar nuestro pensamiento a ese punto de reflexión, entiendo porqué logra el autor que su novela sea parte del pénsum escolar en nuestra querida Costa Rica.
Un hombre solitario llega a tener la familia que nunca tuvo en el basurero. Encuentra a Única. Un personaje femenino que le da frescura a la porquería. Que busca entre la basura, una flor, un regalo, un arreglo, color, todo lo que se puede llevar a casa, para que siga siendo una casa.
Un vertedero lleno de personajes, de historias como cualquiera de las urbanizaciones que las rodea. De leyendas, de aprovechados entre los aprovechados, pero también lleno de sensibilidad.
Y llega la amenaza… la amenaza de mover el vertedero a otro sitio. Las autoridades, presionadas por las urbanizaciones, deciden trasladarlo a otro lugar. Pero ¿a dónde? Si ése es el hogar de todos ellos.
Nace allí el sentimiento de pertenencia, de pertenencia a un lugar que nadie quiere, pero que ellos sí. Incluyendo a Mongoñombo.
Una historia carga de humanidad, desde donde te toque verla, desde donde seas uno de los personajes.
Llámese buzo, piedrero, mendigo, sea como lo llamen en tu país, sé que los verás de otra forma cuando leas «Unica mirando al mar».
Gracias por compartir nuestra pasión.
“Si alguna vez hubo un río en ese lugar y si fue azul, de ellos sólo quedaba el mar muerto de mareas provocadas por los tractores que acomodaban de sol a sol las ochocientas toneladas diarias de basura que desecha la ciudad”