«Si Tsukuro no llegó a consumar el suicidio fue quizá porque su fijación con la muerte era tan pura que el modo en que podría suicidarse no se asociaba en su mente a una imagen concreta»
Algo largo el título. Eso es parte de lo diferente de este libro.
Bueno, decidí darle una segunda oportunidad a Haruki Murakami con la novela «Los años de peregrinación del chico sin color»
Puedo decir que el título del libro fue lo primero que me llamó la atención, y por eso lo escogí del resto que tenía disponibles. Les comento que todos los libros de Murakami tienen títulos en castellano bastante peculiares, o puede ser producto de la traducción. La gramática de ambos idiomas es tan distinta, que las traducciones literales son prácticamente imposibles.
El inicio de la novela resulta perturbador ya que Tsukuro Tazaki, personaje principal, empieza a analizar la cantidad de veces que ha estado dispuesto al suicidio. La pregunta es ¿porqué?
Tsukuro formaba parte de un grupo de cuatro amigos muy cercanos, durante la preparatoria. El era el único cuyo nombre no significa un color.
En la cultura japonesa los nombres significan algo, y la persona se identifica, en el transcurso de su vida, con ese significado.
Hace más de 16 años que terminó la preparatoria, pero un buen día, todos decidieron dejar de hablarle.
Empezó sus estudios universitarios sin saber el porqué de ese distanciamiento, y la depresión por las amistades perdidas lo embargaron por mucho tiempo.
Unos años después, al iniciar una relación amorosa con Sara, se cuestiona qué fue lo qué sucedió en la secundaria. Y allí inicia la peregrinación.
La novela se centra en buscar la respuesta al alejamiento de sus amigos, y es así que Tsukuro busca el reencuentro con cada uno de ellos, y la respuesta que alcanza le resulta inesperada.
Termino diciendo que sí la recomiendo, ya que la novela te va envolviendo en la historia de una amistad verdadera, del amor, de la entrega al trabajo, y de hecho, te lleva de la mano, a la vida diaria de un japonés, solitario, pero que te permite conocer su rutina, sin adornos, de la cultura nipona.
Así que la segunda oportunidad para Haruki Murakami, valió la pena.