¿Quién no se ha sentido perdido y sin rumbo al menos una vez en la vida? Somos seres humanos, nos equivocamos y fallamos. Es normal que alguna vez nos perdamos de nuestro camino por seguir el que nos dicen es el correcto o el que alguien más nos pide que sigamos.
En ese punto de caos y confusión se inicia el reencuentro consigo misma de Elizabeth Gilbert, narrado en el best seller por 187 semanas de New York Times “Comer, Rezar, Amar: el viaje de una mujer por Italia, India e Indonesia en busca del equilibrio entre cuerpo y espíritu”.
En este libro la autora cuenta como salió del abismo de la depresión y de una etapa de negarse a sí misma para entrar en un periodo de reencuentro: descubrir de nuevo el gozo de las pequeñas cosas (como la comida en Italia), explorar su parte espiritual (en India), para finalmente aprender a balancear ambas y, ya como persona completa, darse oportunidad de disfrutar el amor de pareja (en Indonesia).
Este es de esos libros que, o lo amas con locura y te cambia la vida para siempre, o lo odias. Concentrémonos en lo positivo, como yo soy de las que lo amaron y también aman la buena cocina propongo que hablemos de la primera parte: Italia.
Es que en occidente comer ha perdido su magia. Ya en las familias come cada uno por su lado, abundan las cadenas de comidas rápidas llenas de sabores artificiales para engañar el paladar y que las cosas sepan a lo que no son. Muchas personas sufren los trastornos alimenticios, la relación sana con los alimentos y sus cantidades se perdió hace mucho, entre comerciales banales y ansiedades que se calman a bocados.
Si estás de acuerdo, este libro es para ti.
Italia tiene toda una cultura que gira alrededor de la comida y la autora tiene éxito en ilustrarla para nosotros. Creo que podemos aprender un par de lecciones de esa cultura.
«Los italianos toman todos los ingredientes que conocen y hacen una fiesta con ellos.»
Los italianos se toman su tiempo para comer y preparan múltiples platos a veces muy elaborados, pero la comida es tan importante para ellos que lo prefieren así. Cada vez que hago pasta fresca pienso y digo de mal humor “Nunca más vuelvo a hacer pasta”, hasta que la pruebo y el sabor hace que se me olvide el trabajo. Creo que ellos ya superaron la parte de las maldiciones y la preparan con todo gusto.
Les gusta comer en familia, conversar y reírse fuerte, con ganas. Un estudio que leí hace poco señalaba que las personas que disfrutan sus comidas en familia tienen menos enfermedades del corazón. Tal vez porque al conversar y tomar suficiente tiempo para comer nos damos chance de disfrutar e identificamos cuando ya estamos llenos. Además la ansiedad se canaliza en la conversación y no en los bocados.
La comida italiana es simple, no es pretenciosa. Tiene sabores fuertes bien balanceados: melón con prosciutto y balsámico, tiramisu, rissoto al funghi con láminas de parmesano. La pizza que describe Liz en su libro se consigue en Nápoles, en L’Antica Pizzeria da Michele (pronto abriendo local en Londres). Dice que tiene una base delgada y crujiente, con la relación perfecta entre queso y salsa de tomate. Y sus pizzas estrella son la Margarita y la Marinara, ¿podría algo tan simple ser más espectacular?
Esta cultura italiana del disfrute de la comida trae de vuelta a la autora al mundo de los vivos. Me recuerda por qué amo tanto los viajes: lo cotidiano y simple cambia de color bajo el filtro del lugar en donde estamos. Lo mismo sucede con las partes de India e Indonesia, pero esas no te las adelanto, quedan para descubrir por ti mismo igual que esta corta receta italiana (con los colores de su bandera) para que empieces a disfrutar la comida como ellos:
Ingredientes:
1 paquete de pasta larga (fetuccini o spaghetti)
2 tomates grandes
250 gm de mozarella de buffala (fresca)
10 hojas de albahaca
Aceite de Oliva
Sal marina y pimienta fresca
Preparación:
Corta el tomate y la mozzarella en dados. Cocina la pasta según las indicaciones del paquete (no sobre cocinar). Drena el agua y colócala en un bowl, aliña con aceite de oliva al gusto y mezcla con el tomate y el queso. Al momento de servir enrolla las hojitas de albahaca y córtalas en tiritas finas. Mezcla con lo demás, y agrega sal y pimienta fresca al gusto. ¡Disfruta!

Al libro le critican que no todos podemos darnos un sabático alrededor del mundo, que es hippie y fantasioso. Yo pienso que podemos darnos un tiempo libre de ser quienes se supone que debemos ser y descubrir quiénes somos y lo que realmente queremos hacer en esta vida. Si ese mensaje, bien narrado y adornado con experiencias culturales deliciosas, no les parece valioso entonces no sé qué podría serlo.
Una colaboración de Silvia Zuñiga de